sábado, 19 de septiembre de 2009

Herbicidas y transgénicos: discapacidad y muerte

La Ingeniería Biológica abre fronteras insospechadas para el ser humano. Sin embargo, se plantean dudas acerca de sus efectos a corto y largo plazo. Hay reportes en todo el mundo que señalan que los cultivos transgénicos y sus pesticidas son una fuente de enfermedad, discapacidad y hasta de muerte.
Naturaleza es equilibrio dinámico. Ello implica la interrelación de cada uno de los elementos que la componen, animados o no. Ese conjunto es el que permite que se desarrollen las formas vitales que constituyen la biodiversidad de nuestro planeta.
De todos aquellos que componen ese delicado entramado, el hombre es el único capaz de producir cambios de entidad suficiente como para alterarlo significativamente.
Los gases que emiten distintos aparatos de uso hogareño o industrial, la deforestación constante, la contaminación de suelos y aguas, la modificación genética de diversas especies, el cambio de los paisajes con intenciones recreativas o productivas, la impermeabilización de los suelos por concentraciones urbanas cada vez más extensas son algunas de las acciones humanas que producen un fuerte impacto sobre la Tierra, que, al menos por ahora (y según las posibilidades que se avizoran a corto y mediano plazo) constituye el único lugar habitable para nuestra especie.
La actividad económica
Desde la producción de los primeros utensilios hasta la actualidad, la actividad económica del hombre se desarrolló en progresión geométrica. Hasta comienzos del siglo XX, si bien existían señales de mutaciones ambientales por la actividad humana, éstas eran someras y/o localizadas; pero de allí en más, y sobre todo a partir de la década de 1950, al acelerarse el proceso que hoy se denomina “globalización”, los efectos se multiplican y se universalizan, porque también se potencian como consecuencia de los avances científicos y tecnológicos que no tienen en cuenta su impacto sobre el ambiente.
Las alertas lanzadas por científicos y estudiosos desde hace décadas, que en su momento parecían argumentos de ciencia ficción y a los cuales se los tildaba de alarmistas, retrógrados y a contramano de la historia, se están haciendo patentes paulatinamente y algunos se encuentran a la vista: agujeros en la capa de ozono, tormentas de violencia creciente, inundaciones, extinción de especies, alteraciones climáticas, etc., etc.
Seguramente que cambiar el paradigma productivo llevará tiempo, pero es necesario hacerlo hacia formas que tal vez produzcan menos ganancias materiales, pero que aseguren que este ínfimo lugar del universo continúe siendo habitable.
Glisofato y calidad de vida
La vida humana, desde sus comienzos, se estableció en una relación bipolar amor-odio hacia su entorno, porque depende de él para su subsistencia y, a su vez, éste contiene amenazas.
Los productores de alimentos lo saben muy bien: se valen de los frutos del suelo o de los animales que crecen sobre él, pero, a su vez, hay otros actores naturales que quieren hacerse de sus productos.
Así, existen insectos, aves y plantas que buscan nutrirse de ellos. Mantener alejados a los depredadores es (o supuestamente era) toda una tarea que requiere mucho trabajo y tiene un costo que conspira contra la rentabilidad.Pero hace unos años aparecieron los productos mágicos que aseguran la inmunidad de los cultivos contra bichos y malezas.
Su más alto exponente son los compuestos con glifosato.Derivación de un producto desarrollado y utilizado en la Segunda Guerra Mundial, esparcido sobre los cultivos de arroz de Japón, los arrasaba.
El objetivo era obligar a este país a rendirse (pronto perdieron la paciencia y prefirieron utilizar bombas atómicas). En ese tiempo se lo descartó como producto industrial por su toxicidad extrema.
Tras su reutilización como desfoliante en la guerra de Vietnam (el célebre Agente Naranja, cuyas consecuencias sobre quienes fueron expuestos a ellos y sus descendientes perduran hoy día), algunas empresas líderes en el mercado agroindustrial comenzaron a tomar en cuenta su alto poder herbicida.Su acción no discrimina, es decir que no actúa sólo sobre las malezas, sino sobre casi la totalidad de las plantas, por lo que fue necesario dotar a los cultivos de defensas contra su actividad devastadora.
Clasificado como altamente tóxico por la Agencia de Protección Ambiental de los EE.UU. y como extremadamente tóxico por la Organización Mundial de la Salud, es, sin embargo, el más vendido en nuestro país y en el mundo, aunque no el único basado en sus principios activos.
La forma comercial más exitosa y de mayor extensión mundial es el Roundup, de Monsanto. Rociado sobre las plantaciones, los vegetales lo absorben por medio de sus hojas, desde donde se traslada a la totalidad del organismo, produciendo su muerte por necrosis de todos los tejidos.
En su fabricación y por su utilización se libera TCDD, una dioxina, que también se produce por otros procesos industriales como el blanqueo de papel mediante compuestos clorados y en la fundición de metales. Seis millonésimas de gramo bastan para matar a un animal del tamaño de una rata.
La exposición a esta sustancia en dosis altas durante un lapso breve puede producir afecciones cutáneas (manchas, acné que, en algunos casos, tardan años en desaparecer) y problemas hepáticos menores.
Cuando ésta es prolongada, es posible que el sujeto manifieste inconvenientes inmunitarios, alteraciones en el sistema nervioso en desarrollo, en las funciones endocrinas y otros.
Por ello, los más afectados suelen ser los fetos y los niños recién nacidos.Pero no son los únicos. Algunos estudios señalan que también resulta probable que produzca irritaciones oculares, náuseas, mareos, vómitos, edema pulmonar, destrucción de glóbulos rojos, daños renales, entre otros.
A su vez, Northwest Coalition for Alternatives to Pesticides, un grupo de científicos norteamericanos independientes, señala que el glifosato presenta alta toxicidad ante los estudios que se realizaron al respecto, indicando sus propiedades carcinogénicas, mutagénicas y sus efectos negativos sobre la reproducción, más precisamente sobre la calidad y el recuento de esperma.
Si bien quienes lo producen reconocen algunas de sus consecuencias tóxicas, expresan que éstas no son tan dramáticas como las que apuntan aquellos que los denuncian y que se deben, principalmente, a la mala administración del químico en cuestión, puesto que éste no se dispersa en el aire más allá de los 20 metros, no permea en el suelo ni contamina las aguas, no afecta a la fauna (y mucho menos a los humanos) y su efecto es de una duración relativamente corta, sin poder residual. Sin embargo, cada vez más informes independientes dan cuenta de que esto no es así.
Además de numerosos casos de denuncias por problemas de salud derivados de la fumigación indiscriminada cerca de poblaciones a lo largo del mundo (el caso Talavera en Paraguay, por ejemplo, tuvo condena judicial por muerte de un niño, problemas de salud de una familia entera y se comprobaron malformaciones en un neonato), se puntualizan daños en el ADN de ratones expuestos a la sustancia en pruebas de laboratorio, extermina insectos y animales benéficos para el suelo, persiste en el tiempo (se hallaron restos de él en cultivos rociados un año después), se deposita en las capas más internas del suelo, contamina las aguas (el ejemplo más conocido es el de Inglaterra, donde la Welsh Water Company viene denunciando su presencia en ella), se han encontrado restos hasta a 800 metros de distancia y muchos otros.
Tampoco parecen ser ciertas otras afirmaciones acerca de los beneficios que se pregonan sobre estos productos basados en glifosato, tales como la de que no hay maleza que se le resista y que su acción requiere de cada vez menos cantidades, pues se hallaron distintas plantas que se volvieron glifosato-resistentes y cada vez resultan necesarias mayores cantidades para mantener los cultivos sin depredadores, sobre todo en soja y maíz.
Transgénicos
Desde 1983, en que se creó la primera semilla transgénica, su uso se ha potenciado notablemente. “Transgénico” es cualquier organismo al que se le han incorporado genes de otra especie. No es una práctica nueva, puesto que el hombre desde que dejó la trashumancia y se hizo agricultor, comenzó a seleccionar aquellas que le brindaban las mejores posibilidades en cuanto a adaptabilidad al medio y a rendimiento, descartando las más débiles o pobres. Estos métodos de hibridación natural se potenciaron por la explosión de la bioingeniería, con los descubrimientos genéticos.
En el pasado, la mezcla debía hacerse dentro de la misma familia botánica; en la actualidad, no necesariamente. De hecho, por la manera en que las plantas se reproducen, es posible que muten otras naturales ubicadas a grandes distancias por la polinización.
Con ello se aceleran los tiempos (menor costo) y se asegura la efectividad de la mutación para el efecto deseado, que usualmente es de dos tipos: permitir la adaptación de plantas a climas no propicios para su proliferación y (sobre todo en los últimos tiempos) crear mutantes resistentes a las plagas zoológicas.
A ello se agrega un tercero: hacerlas inmunes a la devastación indiscriminada de los herbicidas como el glifosato. También simplifican las tareas de sembrado, puesto que en muchos casos se puede realizar su siembra directa, es decir, no requieren tanta preparación de la tierra en la cual se depositarán, ni cuidados muy intensivos.La justificación que se empleó para que las causas de su implementación masiva no sonaran tan egoístamente económicas fue que esta nueva generación ayudaría a la disminución del hambre, puesto que permitirían su diseminación por todo el mundo, lo cual, como sabemos, no se ha producido.
Además, un mecanismo comercial perverso conspira en su contra: el proveedor del herbicida y de las semillas resistentes a él es el mismo. En muchas ocasiones, como si fuera poco, las empresas proveedoras participan de la compra intermediada (siempre gravosa para los extremos de la cadena económica -productor y consumidor-) de las cosechas, cuando no poseen sus propias plantaciones, silos de acopio, etc., etc.
Cabe preguntarse: si esta forma de producción es tan beneficiosa, ¿por qué no es universal? Son muy pocos los países en los que los cultivos transgénicos ocupan superficies destacadas. De hecho, el 99% de los transgénicos vegetales se halla repartido entre apenas 6 países (ver gráfico 1).A su vez, los que producen estas semillas son apenas 4: Monsanto (80% del mercado), Aventis (7%),Syngenta (ex Novartis, 5%), BASF (5%) y DuPont (3%).
Otra cuestión a resolver es por qué los habitantes de la Unión Europea declinan su consumo, al punto que, tras un boom de exportaciones de estos productos, en los últimos años éstas han caído radicalmente, mientras que los nuevos mercados se ubican en Asia, pero no para su ingesta por humanos, sino que los destinatarios finales son los animales bajo crianza.
Tampoco se explica por qué aquellos que manufacturan estas materias primas genéticamente modificadas se niegan sistemáticamente a rotular los envases para identificar la calidad transgénica de sus contenidos.
Por ello, entre otras circunstancias tales como la falta de estudios independientes a largo término (de altísimo costo), se sospechan, aunque no se tiene certeza, efectos negativos sobre la población humana y la animal. Su incidencia en apenas 25 años, con una explosión reciente de su utilización, tampoco permite realizar afirmaciones terminantes.
Sus defensores, que sí cuentan con fondos para investigar (aunque no independientes) arguyen que en un futuro muy próximo se podrán incorporar modificaciones genéticas a los alimentos que logren controlar y hasta vencer enfermedades y ya existen variedades vegetales que incluyen vitaminas y otros elementos que antes no poseían. Pero aunque aceptemos que los transgénicos no afectan la salud, sí lo hacen los insumos necesarios para su producción, por lo cual el beneficio de su utilización resulta, cuanto menos, dudoso.
Herbicidas y transgénicos en la Argentina
En nuestro país, su utilización está centrada principalmente en la soja; el maíz de igual condición se estableció, permiso mediante, en 2004. Hace casi 40 años que se cultiva soja en la Argentina. De las 95.650 hectáreas dedicadas en 1970, se pasó en la actualidad a 16.500.000, desplazando a muchas actividades tradicionales y creando antagonismos con el medio, puesto que dicha leguminosa no es oriunda de estas regiones, sino de extremo oriente, con lo cual su interrelación con lo que lo rodea resulta problemática, además de su alto poder erosivo respecto del suelo. En muchos casos, para su cultivo se destruyeron bosques, lo que aún sucede, aportando un eslabón más al cambio climático.Su crecimiento explosivo determinó la expansión de la utilización de agroquímicos.
Ella sola insume el 46% de todos ellos. Los productos que contienen glifosato pasaron de algo menos de 1.000.000 de litros en 1991 a 200.000.000 en 2007 en su uso rural.Sus zonas de expansión abarcan la pampa húmeda, pero también otras provincias. Se ha verificado el aumento de casos de cáncer, leucemia y malformaciones en Lobería, Saladillo y Chacabuco (Buenos Aires), asociados a estos pesticidas.
En distintas localidades de Córdoba, además de metales pesados en el agua que bebe la población, producto de las fumigaciones, se registró una aparición desmedida de afectados por cáncer, púrpura, artritis reumatoide, enfermedades neurológicas varias y muchas otras en localidades ubicadas relativamente cerca de donde se esparcen estos agroquímicos. Lo mismo en Santa Fe, Entre Ríos, Misiones y Formosa.
Conclusiones
Cuesta creer que algunos seres humanos puedan actuar con tal grado de irresponsabilidad, en el mejor de los casos, como para no preocuparse de las secuelas discapacitantes y hasta mortales que su actividad provoca en otros.
Quizás si recurrimos a la historia y apreciamos los genocidios, las guerras y las hambrunas provocadas por la economización de la vida humana hasta grados insufribles, podamos pensar que tal vez es así.La sumatoria de los casos aislados que acusan a estas formas de cultivo a través de todo el mundo debería inducirnos, al menos, a dudar de sus beneficios.
Nosotros, los ciudadanos comunes, no podemos dilucidar quién tiene la razón, si los que las apoyan o quienes las detractan. Pero sí podemos exigir de nuestros representantes, que poseen los medios necesarios, que lo hagan. Deberíamos estar seguros de que lo que ingerimos no es nocivo para nuestra salud y que los elementos que se utilizan para producirlos tampoco lo son.
Ronaldo Pellegrini mailto:Pellegrinironaldopelle@yahoo.com.ar
Fuentes consultadas:
Sugerimos especialmente consultar: http://www.foco.org.ar/oetdocumentacion%20y%20base %20de%20datos/oet-informes/informe%20glfosato%20y%20 transgenicos.pdf- http://www.pesticide.org/- http://www.biodiversidadla.org/ /content/view/full/27549

1 comentario:

  1. Hola. Soy paciente de Parkinson. Me sometía a 2 cirugías llamadas "Neurocirugia Funcional" o también "Neurocirugía Estereotaxica" en el cerebro, con lascuales los neurocirujanos ELIMINARON los temblores de ambas manos (y brazos) La consulta es la siguiente: existe una Ordenanza, y mejor aún una ley que yo pueda invocar para gestionar mi CARNET DE CONDUCTOR, ante la Municipalidad de Rosario (Santa Fe)ESPECIALMENTE DIRIGIDO A LA DRA.VERONICA VELASCO

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