miércoles, 8 de junio de 2011

Trastorno de hiperactividad improductiva: ¿puede Internet agravar el comportamiento?


 Recientes investigaciones han demostrado que los problemas psiquiátricos y de conducta aumentan el riesgo de hacer un uso adictivo de Internet, especialmente en personas con déficit de atención e hiperactividad y depresión. Esta problemática encarna claramente en las personas que padecen del trastorno de hiperactividad improductiva, caracterizado por una intensa actividad motora sin un objetivo aparente. Para los especialistas, la sobreexposición a la red hace que el pensamiento de estas personas se vuelva “liviano y disperso”, ya que sus cerebros se “adaptan” al estilo de procesamiento de la red: acotado, nuevo, sintetizado y en partículas.
Muchas veces hemos ponderado el uso de Internet como una herramienta invaluable para informarse, concienciar, crear redes de contención, divulgación de tratamientos y experiencias y sobre todo como una gran vía de inclusión para las personas con discapacidad. Sin embargo estudios recientes han destacado la necesidad de crear ciertos reparos en cuanto a la exposición diaria a la red. Los especialistas advierten que si no se tiene el debido cuidado, las personas vulnerables con discapacidad y especialmente los niños con TDAH pueden ser víctimas de un circulo vicioso, ya que por su condición tienen una mayor chance de desarrollar una adicción, y a su vez el uso patológico de Internet podría agravar seriamente su comportamiento, favoreciendo la manifestación de una nueva dolencia conocida como “Trastorno de Hiperactividad Improductiva”.
Uno de los principales estudios que dio cuenta de esta peligrosa relación, realizado por un equipo del Hospital Médico Universitario Kaohsiung de Taiwán, fue publicado hace poco más de un año en el “Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine”, de la Asociación Médica (Norte) Americana (AMA).
Según los especialistas, al igual que en el tabaquismo y otras adicciones, los problemas psiquiátricos se asocian con un mayor riesgo de adicción a Internet, especialmente en personas con depresión, trastorno de déficit de atención e hiperactividad, fobia social u hostilidad. En el estudio llevado adelante se pudo comprobar que estos pacientes, al igual que otros adictos, manifestaron impulsos incontrolados, recurrencia, síndrome de abstinencia, incapacidad de tomar decisiones adecuadas, entre otros síntomas.
De entre todos los grupos participantes, el grupo de adolescentes estudiados que resultó más vulnerable estaba compuesto por pacientes diagnosticados con TDHA y hostilidad. Esto se debería que los jóvenes con TDHA tienen características biopsicosociales que los hacen propender a la adicción.
Entre los rasgos más decisivos se encuentran la tendencia al aburrimiento y la ansiedad ante la espera de recompensas. De esta manera la entrega compulsiva a la red, que siempre brinda respuestas rápidas con recompensas múltiples e inmediatas, queda ampliamente favorecida.
En cuanto a la hostilidad, los científicos taiwanesas sostienen que "muchas actividades de Internet, especialmente los juegos “on line”, proponen un mundo en el que se puede expresar hostilidad y perpetrar violencia sin restricciones". De allí que los niños y adolescentes con tendencia a la hostilidad se sientan a gusto llevando a cabo esta actividad durante horas, sin necesidad de una pausa.
En la actualidad, las asociaciones de familias y los profesionales apuntan a concientizar sobre un fenómeno que podría convertirse en un importante problema de salud pública si no se logra comprender los mecanismos que intervienen en la adicción y dar con una forma adecuada de reeducación.
Compulsión e Hiperactividad ImproductivaPara poder estimar si se está frente a una situación de riesgo, es necesario reconocer los primeros signos que indicarían una compulsión al uso de Internet, como largas sesiones de conexión, la incapacidad para reducir el tiempo de navegación, una preocupación exagerada por las actividades “on line” y las manifestaciones de ansiedad, aburrimiento e irritabilidad propias de cualquier adicción, si se suspende el uso de la red.
Durante el año 2010, investigadores de la Universidad de Leeds (Reino Unido) estudiaron la conducta de 1.319 voluntarios, de los cuales el 1,2% habían desarrollado una dependencia compulsiva de Internet, pasando más tiempo en la realidad virtual que construyendo vínculos concretos.
Anteriormente, otra investigación coordinada por Gary Small, neurocientífico estadounidense y director del Centro de Investigaciones en Memoria y Envejecimiento de la Universidad de California (UCLA), había demostrado que esta apatía social se debe a que la sobreexposición a los estímulos constantes de Internet afecta determinados circuitos corticales y a la capa externa del área gris del cerebro, provocando un reforzamiento de los circuitos cerebrales que controlan las habilidades tecnológicas en detrimento de los circuitos relacionados con las habilidades sociales.
Siguiendo estas investigaciones, los avances en el estudio de los trastornos del comportamiento han definido un nuevo tipo de patología estrechamente vinculada con estos mecanismos: la Hiperactividad Improductiva.
Se trata de un trastorno de la conducta que genera una intensa actividad motora pero sin un objetivo aparente.
Vinculada además al déficit de atención, las personas afectadas tienen serias dificultades para concentrarse y desempeñarse con éxito en funciones cognitivas tan simples como escribir y leer con fluidez.
Los especialistas sostienen que las cada vez más habituales y largas sesiones de Internet provocan una ruptura de la “linealidad de la lectura, la síntesis de contenidos y la simplicidad de las palabras”, chocando “contra una actividad de reflexión profunda que incluya argumentaciones, palabras largas y construcciones complejas”. Sumado a la sobre-estimulación proveniente de banners, colores y sonidos, la concentración se volvería muy difícil.
Por su parte, el escritor Nicholas Carr, experto en Literatura y Lenguaje de la Universidad de Harvard, desarrolló una exhaustiva investigación publicada en su libro “Los superficiales: lo que Internet le está haciendo a nuestro cerebro” (2010), donde desarrolla sus argumentos para crear el más revelador análisis de las consecuencias intelectuales y culturales de Internet publicado hasta la fecha.
Según demuestran las evidencias, Carr argumenta que nuestro cerebro cambia en respuesta a nuestras experiencias, y la tecnología que usamos para encontrar, almacenar y compartir información puede, literalmente, alterar nuestros procesos neuronales. Además, cada tecnología de la información conlleva una ética intelectual. Así como el libro impreso servía para centrar nuestra atención, fomentando el pensamiento profundo y creativo, “Internet fomenta el picoteo rápido y distraído de pequeños fragmentos de información de muchas fuentes. Su ética es una ética industrial, de la velocidad y la eficiencia”.
Para Carr, estas nuevas formas sintetizadas y fragmentadas de acceder a la información provocan que no se consolide la memoria a largo plazo, quitando profundidad de pensamiento, volviéndonos “distraídos, apurados y superficiales”.
Toda esta sobrecarga de estímulos dañaría nuestra capacidad de mantenernos constantes y concentrados en una misma actividad, dándonos la oportunidad y el tiempo necesarios para digerir, procesar y ejecutar la información incorporada.
“Cuando la Red absorbe un medio, ese medio es recreado a imagen de la Red, y ésta inunda el contenido del medio con hiper-vínculos, anuncios tintineantes, y otros trucos digitales, que envuelven el contenido que nos interesa con el contenido de otros medios que ya ha absorbido. Un nuevo mensaje de e-mail, por ejemplo, puede anunciar su llegada mientras vemos los titulares de un periódico. El resultado es la dispersión de nuestra atención y la difuminación de nuestra concentración”, sentencia Carr.
El escritor de Harvard, comenzó a escribir este ensayo a partir de su propia experiencia, cuando comenzó a sentir que el prolongado uso de Internet mermaba sus capacidades de concentración: “A lo largo de los pasados años he tenido la incómoda sensación de que alguien, o algo, ha estado jugando con mi cerebro, rediseñando el cableado nervioso, re-programando mi memoria. Mi mente no se va -hasta donde puedo saber- pero está cambiando. No estoy pensando como solía hacerlo. Puedo sentirlo con más fuerza cuando estoy leyendo. Sumergirme en un libro o un artículo largo solía ser fácil. Mi mente quedaba atrapada en el argumento, en sus giros, y me pasaba horas paseando a través de largos trechos de prosa. Ya no es el caso. Ahora mi concentración a menudo empieza a derivar después de dos o tres páginas. Me pongo inquieto, pierdo el hilo, empiezo a buscar otra cosa que hacer. Siento que siempre estoy arrastrando a mi inconstante cerebro de regreso al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en una batalla”.
En una reciente entrevista* el Dr. Carlos Daniel Mías, Licenciado en Sicología, Director Ejecutivo de SEMAS (Instituto de Ciencias Cognitivas Aplicadas), profesor adjunto de cátedra de neuropsicología de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba y de la cátedra de Neurofisiología y Psicofisiología de la Facultad de Psicología, comentó que existen “situaciones en las cuales podemos convivir con la multitarea, con la atención simultánea, pero hay otras situaciones donde tenemos que hacer prevalecer la atención sostenida. Por ejemplo al estudiar, cuando estamos leyendo un texto y estamos haciendo un estudio o pretendemos acceder a la semántica o la comprensión del texto nos vamos a ver favorecidos con la atención focalizada. En realidad tenemos ambas atenciones, ambas formas atencionales, y el problema que se da en los casos cuando ya tienen una envergadura un tanto clínica, es que el fallo fundamentalmente se da en la capacidad de atención sostenida o focalizada”.
Mías afirma que en los cuadros de Hiperactividad Improductiva, la persona afectada siente que ha hecho muchísimas cosas durante el día pero parece que no terminó nada y efectivamente no ha podido cumplir con sus objetivos ni finalizar sus tareas. “Muchas veces esto implica lo que se llaman los fallos ejecutivos, es decir la capacidad para poner la atención en función de un objetivo, de encontrar un camino para resolver y de organizarse y, sobre todo, pone a prueba o exige mucho, la capacidad de inhibición de una serie de tareas, de actividades irrelevantes que debemos poder inhibir”.
Es claro que aquí la persona queda atrapada en una situación que por un lado posterga sus objetivos, ocasionándole una gran frustración y contra la cual utiliza a la propia Internet o la distracción de turno como un paliativo.
Por esta misma razón, los profesionales que trabajan en posibles tratamientos para este trastorno proponen crear estrategias y metodologías para lograr una mejor organización y favorecer así la concentración y la administración de la propia energía.
Precaución y prevenciónSi bien es cierto que no es sencillo revertir los hábitos de Hiperactividad Improductiva y el abuso de Internet, sobre todo por la omnipresencia de la red y por que su privación puede ser motivo de conflicto, es posible crear estrategias sostenidas en el tiempo para poder revertir esta conducta.
Según los datos de una encuesta realizada por la consultora Prince & Cooke y difundida por la Sociedad Pediátrica Argentina (2006), en nuestro país no es una preocupación familiar el ingreso a Internet por parte de los niños hijos y un 16,7% de encuestados sostuvo que no ha establecido ninguna "política familiar" específica para regular el uso de la red.
Según la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (España), sólo uno de cada tres menores que utilizan habitualmente Internet tiene como objetivo principal la búsqueda de información. El 66% de ellos lo concibe como una herramienta de ocio, un 36% se conecta fundamentalmente para chatear, otro 17% para jugar y, finalmente, otro 13% para buscar música.
Dada esta falta de educación familiar en cuanto al uso saludable de Internet, los especialistas han creado una serie de procedimientos para prevenir daños, alteraciones en el comportamiento y generar cambios positivos en los hábitos nocivos:
-En niños de hasta cuatro años conviene que la actividad esté acompañada por los padres. Si bien aun son pequeños, la presencia de los padres logrará una iniciación responsable donde irán incorporando buenos hábitos.
-De los 5 a los 6 años los niños comenzarán a pedir na-vegar solos, pero aun consintiendo este pedido es necesaria la supervisón familiar.
-Entre los 7 a 8 años los niños comenzarán a transgredir las reglas y será necesaria la atención de los padres para regular la actividad en pantalla.
-A partir de los 9 y hasta los 12 años, ya pueden considerarse expertos y su curiosidad puede ponerlos en peligro, de allí que los padres deberán estar atentos a los filtros que evitan la llegada de información nociva y pautar claramente el tiempo de navegación, direccionándolo preferentemente hacia las actividades escolares.
-Pasados los 13 años y durante toda la adolescencia controlar la seguridad en línea se vuelve complejo, por eso es importante que la familia asuma un rol activo, acompañado del diálogo y la contención y acompañamiento propio de las inquietudes y problemáticas de la edad.
Para que toda esta tarea sea más sencilla, lo padres pueden además tener en cuenta los siguientes tips:
-La computadora debe estar ubicada en una zona compartida por la familia.
-Establecer horarios claros de utilización de la computadora, las consolas de juegos e Internet.
-Promover actividades en la red con los niños.
-Promover un tiempo de lectura de libros cada día y reflexionar juntos sobre los contenidos asimilados.
-Estimular en los más pequeños la intuición y el espíritu crítico.
-Actualizar los programas de seguridad y activar los sistemas de control parental para que bloqueen el acceso de los niños a determinados contenidos, controlen su tiempo de utilización y registren su actividad.
Más allá de la ayuda profesional, es dentro de las familias donde se puede llevar a cabo una transformación de los hábitos nocivos y evitar que este trastorno ocasione daños mayores. Profundizando el compromiso y enriqueciendo la vida activa de los niños con actividades participativas y creativas, el deporte y el espacio para el juego que estimule la imaginación, es posible hacer frente a tantas tendencias destructivas que constantemente invaden nuestra cotidianeidad y nuestra mente.
Fuentes:- AMANDA: Asociación Malagueña de Adultos y Niños con Déficit de Atención/hiperactividad.
- Periódico El Mundo.
- Infobae.
- editorialtaurus.com
- desequilibros.blogspot.com
- radiomaria.org.ar
- Sociedad Pediátrica Argentina.
- guiainfantil.com

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