miércoles, 30 de noviembre de 2011

Cómo abordar la alteración de la conducta en la escuela especial

Descripcion de la imagen: grupo de alumnos de una escuela especial
La violencia en las escuelas especiales es correlativa a otras conductas del mismo tipo que se viven en la sociedad. Por ello, más que culpabilizar a los estudiantes y reprimir por medio de sanciones, es necesario trabajar en el seno de la institución misma y utilizar estrategias afirmativas, como la que se propone, para erradicar las conductas violentas
La sociedad en su conjunto está transitando un cambio importante en cómo resolver los conflictos inherentes en toda convivencia.
Se podría inferir que actualmente el uso de la agresión y la conducta desafiante es un componente cotidiano en nuestras vidas. Dicha manifestación se observa en todos los niveles sociales y culturales. Siendo las Instituciones Escolares parte de toda sociedad, ese comportamiento se presenta en todos los niveles y/o modalidades
Las manifestaciones de la alteración de la conducta de los alumnos, la postura agresiva y desafiante de los mismos, retan el contexto educativo. En algunos casos, además de la agresión psicológica, la agresión verbal, y la desvalorización del otro, se manifiesta de manera concomitante la agresión física, consecuencia de una falta de control de los impulsos hostiles, resolviendo los conflictos de convivencia con una conducta arcaica, haciendo caso omiso de las normas, reglas, respeto, etc.
Las conductas ya mencionada deben ser vistas sin dramatismo, no es prudente exagerar, así como no lo es naturalizar. El comportamiento no adecuado entre los alumnos tampoco debe ser silenciado ni ocultado. Los profesionales que trabajamos en el área de educación y salud, muchas veces podemos sentirnos vulnerables, angustiados, impotentes al considerar no tener los recursos necesario para resolver la conducta mencionada. Otras veces el sentimiento de impotencia se esconde tras el discurso de queja constante, responsabilizando a los alumnos, a sus familias, al contexto donde viven, etc. Todo lo anterior nos ubica en un posicionamiento que obstaculiza la creación de las intervenciones eficaces.
Para empezar a promover un cambio en el abordaje, tendríamos que comprometernos a reflexionar sobre nuestra mirada y posicionamiento frente a la situación que actualmente atraviesa nuestra Institución. Para ampliar la reflexión propuesta, es necesario analizar la conducta de los alumnos, del grupo en general y de toda la Institución, de esa manera se buscarán o crearán las intervenciones precisas para trabajar la problemática con firmeza. Accionar desde una postura reflexiva que nos permita crear diversos abordajes acordes a su complejidad.
Los profesionales debemos diseñar y proponer alternativas con diferentes intervenciones que tengan en cuenta diversas variables causantes del comportamiento del alumnado, así como también evaluar el entorno educativo que se ofrece, y no solo proponer acciones focalizadas en la correctiva mediante la sanción.
Se deben establecer los criterios que se tomarán en cuenta en la evaluación y análisis de las causas de las conductas. Un análisis funcional contextualizado para dirigir las intervenciones tomando en cuenta como criterio las funciones que cumplen las conductas en el contexto social y cultural en el cual se desenvuelve cada alumno. Considerando, también, en dicho análisis un proceso integrativo médico, psiquiátrico y psicológico nos garantizará obtener una mirada amplia sobre el tema que nos convoca.
Cuando se menciona el contexto o entorno social, se toma en cuenta que el llamado “problema de conducta” de un alumno está relacionado con lo incorporado en el contexto en el que vive como modo de comunicación o mecanismo de defensa para subsistir. Cuando se menciona posibles causas médicas, se hace alusión a la salud neurológica, por ejemplo: la epilepsia asociada a retraso mental, a veces es el motivo de la conducta no adecuada del alumno. Muchas formas de conducta autoagresiva o episodios de agresividad para con terceros pueden ser producidas por descargas eléctricas en algunas partes del lóbulo frontal y lóbulo temporal del cerebro. En otros casos la irritabilidad cerebral anterior a una crisis de epilepsia puede ser la causa de que un alumno presente dificultad en la interacción grupal. Cuando se menciona los aspectos psiquiátricos se refiere a las conductas patológicas que podrían surgir como componente agregado al retraso mental. Y cuando se alude a los aspectos psicológicos, se considera necesario escuchar, es decir, hacer una lectura de la denuncia inconsciente que se manifiesta a través del acting.
Actividades propuestas
A modo de ejemplo, desarrollaré dos actividades que se realizaron con un grupo de alumnos con retaso mental. El mismo se presentaba desorganizado, con dificultad en la integración, falta de respeto por el otro semejante; se comunicaban con continua agresión verbal y física. El comportamiento grupal hacía imposible el desarrollo de las actividades propuestas por la docente.
Primero se evaluó los posibles motivos de la conducta agresiva entre los alumnos. Nos encontramos que algunos de ellos repetían aquella conducta aprendida en el contexto donde estaban insertos. Otros alumnos denunciaban un conflicto familiar caracterizado por la violencia doméstica. Y finalmente, otros reaccionaban imitando a sus compañeros.
Los casos particulares de violencia familiar fueron abordados por el equipo técnico.
Por otro lado, se observó que los alumnos registraban la sanción en consecuencia de su accionar; sin embargo, no era eficaz para la modificación. También se observó que no registraban lo provocado en el compañero que había sido agredido verbalmente y/o físicamente. Así como tampoco podían reconocer la existencia de una manera diferente para resolver el conflicto, favoreciendo el autocontrol de la propia conducta.
Con el objetivo de favorecer la desorganización y brindar recursos propios para resolver la conducta agresiva del grupo, se propusieron diferentes actividades para que los alumnos logren lo siguiente: respetar los turnos y los espacios del otro. Compartir el material. Reconocer la reacción agresiva de sí mismo y/o la de un compañero. Aprender a modificar dicha reacción propia y/o no responder con agresión promoviendo la comunicación.
Actividad
Un profesional del equipo técnico, junto a la docente, invitó al grupo de alumnos a trabajar. En primer lugar se puso en palabras claras el objetivo de la actividad.
Se colocó un afiche en el suelo, delante de los alumnos se dividió con una línea los espacios que debían trabajar cada uno de ellos, y se les ofreció material a elegir como témperas, fibras, etc. Antes de ofrecer dicho material se les explicó la consigna, a saber: tenían que poner su nombre en su espacio para identificar el mismo como propio, algunos alumnos lo escribieron solos, otros necesitaron el apoyo del cartel de su nombre y lo copiaron. Se solicitó que dibujaran libremente dentro de su espacio, no debían pasar al del compañero. Cada vez que deseaban un material que estuviese usando un compañero, tenían que pedirlo y no arrebatarlo. Cada vez que se pasaban al espacio de un par debía registrarlo todo el grupo y modificarlo, como por ejemplo pedir disculpas o bien realizar algo para compensar la invasión del espacio. Luego, finalizada la actividad, cada alumno comentó su producción, el resto de los compañeros escuchaba y se los invitó a que realizaran preguntas sobre el dibujo.
Una vez logrado que los alumnos respetaran el lugar del compañero, la actividad se complejizó, con la misma técnica se solicitó que dibujen dos o más compañeros jugando. Se volvió hacer la plenaria en el grupo. Paulatinamente, el grupo mostró cambios positivos.
Otra actividad con el mismo objetivo, en cuanto a la modificación de la conducta del grupo, fue la siguiente: se conversó con los alumnos sobre los diferentes sentimientos que sienten cuando juegan con un compañero y cuando un compañero es agresivo verbal o físicamente. De los comentarios de los alumnos se tomaron seis palabras y se dibujaron seis círculos en el pizarrón, se pidió que dibujaran en cada círculo una cara que representara una palabra que ellos dijeron, por ejemplo: feliz, triste, dolor, llorar, burla, miedo. A medida que un compañero pasaba a dibujar, los demás respetaban la producción de su par y esperaban su turno. Luego se le entregó un círculo de cartulina, cada alumno seleccionó qué cara quería dibujar en la cartulina. Tenían que escribir la palabra, es decir, qué sentimientos estaban representando en la producción gráfica, algunos lograron copiarla del pizarrón y otros utilizaron el apoyo visual.
Luego se armó en un afiche con doce cuadrados con el número que identificaba a cada uno. Alguno cuadrados estaban vacíos, otros tenían consignas como por ejemplo: retroceder dos casilleros, y los otros tenían las caras de cartulina.
Se armó en el suelo un camino con números, con un cartel de salida y otro de llegada. Se sortearon los lugares de los alumnos para tirar el dado, el grupo tuvo que identificar qué número iba primero. Al inicio del juego, cada uno tenía que respetar y esperar. Por turnos los alumnos tiraban un dado, cuando les tocaba un número que tenía una cara, dependiendo el sentimiento que representaba tuvieron que resolver una consigna, por ejemplo: si les tocaba la cara feliz, debían comentar con qué compañero juegan con el que se sentían felices. Si les tocaba la cara triste, debían comentar cuando se le pega a un compañero, cómo se siente este último. Generalmente las consignas fueron focalizadas a experiencias vividas en el ámbito educativo. A medida que iban avanzando, tuvieron que respetar si un compañero estaba ganando o si tenían que compartir el mismo espacio. Finalizado el juego, se felicitó al ganador. También, a medida que avanzaban en forma grupal tuvieron que sumar y restar los números.
Las dos actividades, además de trabajar la conducta, se lo hizo con contenidos pedagógicos, como por ejemplo: escribir o copiar el nombre y las palabras enunciadas por ellos, y sumar y restar los números.
Conclusión
Se considera que la intervención frente a las conductas agresivas y desafiantes de los alumnos es una tarea compleja que implica un análisis profundo del contexto social, cultural, aspectos médicos, psiquiátricos y psicológicos.
Así como también es muy importante el compromiso en la reflexión sobre el posicionamiento de los profesionales implicados.
Es relevante la centralización del análisis y evaluación de los motivos de la alteración de la conducta de los alumnos, sin poner etiquetas ni responsabilizar al contexto o los cambios de la sociedad.
De este modo, se logrará focalizar y hacer hincapié en las necesidades del grupo, creando intervenciones desde métodos positivos para la construcción de conductas alternativas, y competencias básicas de comunicación y de regularización social. La propuesta de actividades, dejando la sanción como prioridad, logrará que el grupo tome una posición distinta. Promoviendo con las intervenciones recursos nuevos a los alumnos en general y en particular en cada uno de ello, para resolver los conflictos inherentes a toda convivencia.
Araceli Rodríguez*
* Araceli Rodríguez es licenciada en Psicología UBA y Profesora de psicología UBA.
Contacto: aracelirodrig76@hotmail.com

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