martes, 25 de febrero de 2014

Fobia social, un trastorno discapacitante



El trastorno de ansiedad social (o fobia social) va mucho más allá del nerviosismo ocasional o la timidez; se trata de un trastorno grave cada vez más frecuente que puede llegar a ser incapacitante. Los síntomas pueden incluir el miedo de hablar en público, miedo de interactuar con la gente, el nerviosismo intenso al ser el centro de atención y toda una serie de malestares físicos que llevan a la persona a evitar el contacto social. En estos casos, la ansiedad se asocia con una marcada reducción en la calidad de vida y hasta con depresión mayor comórbida.}

Los trastornos de ansiedad son considerados como un grupo dentro del conjunto de dolencias mentales con mayor incidencia en la población mundial. 
La Fobia Social es uno de los trastornos de ansiedad más destacados, reuniendo un amplio conjunto de síntomas y características que sin el debido tratamiento se tornan discapacitantes. 
Esta enfermedad a menudo puede ser confundida con una timidez pronunciada y con ello se dificulta que el paciente logre acceder a un diagnóstico temprano y a un adecuado tratamiento especializado. 
Se trata de un miedo persistente a encontrase expuesto a situaciones sociales, a estar rodeado de gente, aún en situaciones cotidianas o sin relevancia. 
Las personas afectadas pueden llegar a experimentar temor por hacer o decir algo que pueda desencadenar una situación “humillante”.
Aquí es donde la Fobia Social se vuelve destructiva, interfiriendo con las relaciones sociales y la calidad de vida, y perjudicando seriamente el rendimiento en el trabajo o la escuela.
Por otra parte, el temor a la mirada del otro hace que se posterguen y eviten las situaciones de exposición social, creando un círculo vicioso de aislamiento. Cuando hemos evitado situaciones durante muchos años, esta evasión se convierte en habitual, lo cual provoca que con el tiempo se lleguen a evitar determinados eventos más por costumbre que por causa de la ansiedad. De esta manera, la evitación de situaciones mantiene al paciente atrapado en la ansiedad. 
Esta tendencia se encuentra actualmente reforzada desde el accionar de los padres que permiten a sus hijos eludir las relaciones con otros niños y hacer cosas fuera de la casa. Y cuanto más “evitativo” se torne el niño, más temerá a las cosas que no ha hecho. Y así, comienzan desde temprano a “elegir evitar”, ya que se trata de la cosa más fácil de hacer: el camino de menor resistencia.
Detrás de este marco de ansiedad y evasión, subyacen cuatro condicionantes importantes que intervienen en la Fobia Social: “el miedo asociado con la crítica y el juicio”, “el miedo asociado a no cumplir con las expectativas”, “el miedo asociado a la atención sobre uno” y “el miedo asociado con el rechazo”.
El aumento de casos ha llevado a especialistas y científicos en todo el mundo a investigar sobre el desarrollo de abordajes terapéuticos e incluso a incluir las nuevas tecnologías a través de pruebas con escenarios sociales virtuales. 
La Fobia Social es un problema que actualmente afecta a 20 millones de personas en los Estados Unidos, y en nuestro país su incidencia va en aumento, llegando a alcanzar al 20% de la población.

Descripción general y síntomas
Según el DSM (Manual Estadístico de los Trastornos Mentales de la American Psychiatric Association), la Fobia Social se trata de una enfermedad crónica basada en “un patrón persistente de temor importante ante una situación social, que se manifiesta en la ansiedad o el pánico a la exposición o en la anticipación de la misma, y que interfiere significativamente con el funcionamiento de la persona”.
La incidencia poblacional del trastorno oscila entre el 3 y el 13%. Y se estima que afecta de igual manera a hombres y mujeres, pudiendo tener su inicio en la adolescencia, aunque en algunos casos los síntomas comienzan en la infancia.
Existen también índices que señalan que las personas diagnosticadas con Fobia Social tienen alta comorbidad con otros trastornos psiquiátricos como ansiedad generalizada, fobia específica, depresión, trastorno evitativo de personalidad y dependencia de sustancias psicoativas. 
Los síntomas físicos se presentan cuando la persona se siente ansiosa o bajo atención de otros y pueden variar entre:
- Blushing (rubor o cara roja).
- Sudoración excesiva.
- Frío, manos húmedas.
- Sensación de “tapón” o bloqueo en la garganta.
- Voz débil y cascada. 
- Temblor de manos.
- Tensión muscular.
- Tics faciales.
- Palpitaciones.
- Aumento de la presión arterial.
- Confusión.
- Diarrea.
Éstos y otros síntomas pueden dispararse ante situaciones de alta exposición social como también en eventos cotidianos como interactuar con desconocidos, utilizar un baño público, devolver artículos fallados en una tienda, hacer contacto visual con otra persona, entrar a una sala en la que otras personas ya están sentadas, pedir comida en un restaurante o simplemente tener que iniciar una conversación. 
Las causas posibles incluyen al menos 4 escenarios principales:
-Rasgos hereditarios: los trastornos de ansiedad tienden a darse dentro de una familia. Sin embargo, no está del todo claro cuánto de esto puede ser debido a la genética y cuánto se debe al comportamiento aprendido, es decir, las dinámicas familiares que se repiten generacionalmente.
-La química cerebral: los químicos naturales del cuerpo pueden desempeñar un papel en el trastorno de ansiedad social. Por ejemplo, un desequilibrio en la serotonina puede ser un factor. La serotonina es un neurotransmisor que ayuda, entre otras cosas, a regular el estado de ánimo y las emociones. Las personas con trastorno de ansiedad social pueden ser más sensibles a los efectos de la serotonina.
-La estructura cerebral: una estructura en el cerebro llamada amígdala desempeña un papel en el control de la respuesta al miedo. Las personas que tienen una amígdala hiperactiva pueden tener una respuesta de miedo intensificada, causando aumento de la ansiedad en situaciones sociales.
-Las experiencias negativas: los niños que sufren las burlas, la intimidación y el rechazo (bullying), pueden ser más propensos al trastorno de ansiedad social. Además, otros acontecimientos negativos en la vida, tales como los conflictos familiares o abuso sexual, pueden estar asociados con la dolencia.
Si no se trata, el trastorno de ansiedad social puede ser debilitante y seriamente discapacitante. Las ansiedades de la persona toman fuertemente las riendas de su vida, llegando a interferir con el trabajo, la escuela, los vínculos cercanos y con la capacidad para disfrutar la vida.  
En casos severos, puede decantar en deserción escolar, desempleo, pérdida de amistades y la imposibilidad de formar una pareja. Causando además baja autoestima, diálogo interno negativo, hipersensibilidad a la crítica, habilidades sociales pobres, abuso de sustancias, alcoholismo y suicidio.
La distinción entre la ansiedad social y el trastorno de pánico es probablemente el tema más incomprendido en relación a los trastornos de ansiedad. Muchos médicos y terapeutas que no han recibido la formación adecuada para entender o diagnosticar los trastornos de ansiedad en general, pueden hallar dificultades para diferenciarlos, aunque la distinción entre los dos trastornos es clara. 
También es posible que muchas personas con algún tipo de trastorno de ansiedad suelan recibir el diagnóstico de “depresión”. Esto se debe a que la mayoría de las personas con un trastorno de ansiedad suele estar deprimida por el deterioro significativo que la ansiedad provoca en la vida diaria.
Para evitar confundir los trastornos, realizaremos una descripción del trastorno de pánico.
El trastorno de pánico es un trastorno de ansiedad que causa severos ataques de terror acompañados de sensaciones repentinas de pérdida de control, taquicardia, dificultad para respirar y mareos. A su vez, puede decantar en agorafobia: temor a circular en espacios abiertos y sufrir un ataque de pánico.
El ataque de pánico se produce cuando el cuerpo experimenta una oleada de síntomas psicológicos y físicos intensos. Las personas con pánico creen firmemente que el “ataque” que experimentan significa que algo anda mal físicamente y que su vida está peligro. Por ejemplo, muchas personas con trastorno de pánico sienten que están por sufrir un ataque cardíaco. De hecho, el punto central es que las personas con pánico creen que tienen una enfermedad física. De lo contrario, ¿qué otra cosa podría explicar la repentina y terrible sensación de pérdida de control sobre sus cuerpos? 
Y éste es precisamente el punto en que este trastorno se distancia de la Fobia Social, ya que la persona afectada por la ansiedad social tiene su atención centrada en el peso de la mirada de los otros y no en sus propias sensaciones. 

Uso problemático de Internet y abordajes terapéuticos
Uno de los aspectos más complejos de esta condición se relaciona con el uso problemático de Internet entre las personas con trastorno de ansiedad social.
El nuevo escenario de las Redes Sociales provee la ilusión del contacto social y apaña el aislamiento de la persona afectada. 
Hallazgos publicados en un estudio especializado (Lee & Stapinski, 2012) sugieren que el uso problemático de Internet puede incluso empeorar o reforzar los temores sociales y la evitación de cara a cara en las interacciones. 
Según Richard Davis (2001), el uso de Internet con el fin de "regular los estados de ánimo desagradables” contribuye a un uso compulsivo. La investigación sobre el uso problemático de Internet ha identificado múltiples características personales como factores de riesgo, incluyendo depresión, soledad, dependencia de sustancias y timidez. 
Los investigadores han sugerido que las personas con estas características suelen ser más propensas a aislarse socialmente en entornos “off-line”, por lo que podrían recurrir a la comunicación “on-line” para el contacto social. En particular, las personas con trastorno de ansiedad social a menudo se sienten más cómodas usando métodos de comunicación virtuales debido a los altos niveles de miedo, anticipación de situaciones intimidatorias y la posible evaluación negativa que otros podrían hacer de ellos. 
El estudio encontró que las personas con los niveles más altos de ansiedad social se correspondían con las tasas más altas de un uso adictivo de Internet. Los resultados adicionales mostraron que las personas con ansiedad social experimentan una mayor sensación de control frente a interacciones off-line. 
Es por eso que las personas diagnosticadas y sus entornos cercanos deben incrementar la conciencia de los riesgos potenciales de la adicción a Internet con el fin de ayudar restringir las horas de exposición. 
Con el debido abordaje, las expectativas para alcanzar una mejora en la calidad de vida y la superación total de la dolencia son altas. 
Los Trastornos de ansiedad social son comúnmente tratados desde el enfoque de la terapia cognitivo-conductual (TCC), un abordaje que se hizo popular en los años 1980 y 1990 para el tratamiento de los trastornos de ansiedad. La investigación ha demostrado que la TCC es una de las pocas formas de terapia que ayuda de manera fiable en la superación de los trastornos de ansiedad clínicos.
No se trata de un método conjunto, sino más bien de una combinación de varias técnicas que dependen de cada trastorno. Por ejemplo, la TCC para el tratamiento de la depresión será diferente de la TCC para el tratamiento de los trastornos de ansiedad. Debido a que hay tantas técnicas diferentes, es importante que el terapeuta tenga experiencia en el uso de la TCC para tratar la Fobia Social.
La terapia cognitivo conductual enseñará al paciente a desarrollar nuevas habilidades y a entender cómo reaccionar más positivamente en las situaciones que normalmente le provoquen ansiedad. Para ello, buscará que el paciente sea proactivo con suavidad a partir de un proceso paso a paso gradual, sin presiones, invitando a la exposición frente a los desafíos sociales, uno a la vez y demostrando que sus temores son infundados.
Recientemente, un equipo de científicos de la Universidad de Stanford se abocó a estudiar a fondo las opciones de tratamiento para este trastorno utilizando imágenes de resonancia magnética. Los hallazgos, publicado en la revista JAMA Psychiatry, sugirieron que la terapia cognitivo conductual ayudaba a las personas con Fobia Social en mayor medida que otros abordajes a responder con más habilidad a las emociones negativas y reducir significativamente los síntomas del trastorno. 
Uno de los objetivos centrales de la TCC es identificar las creencias irracionales y los patrones de pensamiento del paciente y reemplazarlos por perspectivas más realistas. Como parte del proceso de la terapia, se trabajará en una serie de áreas, incluyendo: errores de percepción que el paciente pueda tener acerca de sus habilidades y su autoestima; culpa, vergüenza o enojos por situaciones pasadas; formas para ser más asertivo; lucha contra el perfeccionismo; y el ser más realista para hacer frente a la dilación en relación con la ansiedad social.
Por otra parte, a finales del año pasado, un informe publicado en “PLoS ONE” (revista científica de Public Library of Science de los Estados Unidos) sugiere que llevar adelante una TCC en grupo es aún más eficaz para las personas con trastorno de ansiedad social o aquellas que tienen un miedo debilitante frente a situaciones sociales.
Para Pim Cuijpers, Director del Departamento de Psicología Clínica de la Universidad VU de Amsterdam y uno de los investigadores a cargo, la terapia de grupo puede ser particularmente eficaz porque ayuda a los pacientes a practicar la interacción con otros durante la misma. 
Otra experiencia a destacar es la reciente implementación de las tecnologías de comunicación como facilitadoras para ensayar la interacción social en una variedad de entornos sociales virtuales.
Investigadores de Estados Unidos crearon más de 100 escenarios virtuales diferentes, como el uso del transporte público, bares, fiestas, ir de compras, y hablar con un desconocido en una galería de arte y les pidieron a seis jóvenes en tratamiento para el control de la ansiedad social que participaran de las escenas a través de una presencia virtual.
Los jóvenes tuvieron así la oportunidad de ver su propia imagen en tamaño real proyectada sobre una escena de vídeo en tiempo real, mientras que experimentaban la interacción social.
En relación a los resultados obtenidos, la Dra. Lina Gega, de la Universidad de Anglia del Este, prestigiosa institución localizada en Norwich, Inglaterra, afirmó que los entornos virtuales animaron a los participantes a practicar una pequeña charla, mantener contacto visual y resistirse a las conductas de autoseguridad, ayudándoles además a percibir sus comportamientos ansiosos y modificarlos. Como resultado, los participantes fueron capaces de asumir mayores riesgos sociales.
El entorno virtual facilitó a los pacientes la posibilidad de una perspectiva “fuera del cuerpo”, que les permitió verse e interactuar simultáneamente con los personajes del entorno virtual. A partir de los resultados obtenidos, los investigadores se encuentran trabajando en la utilización de sistemas similares como complemento de la terapia cognitivo-conductual.
De todos modos, cabe señalar que si bien el camino lógico del paciente es el del trabajo con sus propios límites y las falsas creencias autoimpuestas, las presiones sociales del medio son cada vez más marcadas y también deben facilitarse herramientas para percibir la ausencia de sentido de muchas de nuestras propias expectativas alimentadas por una cultura de la apariencia. Y éste es precisamente un marco que suele pasarse por alto. 
Solamente con encender el televisor nos encontraremos frente a un bombardeo de imágenes que nos cuentan acerca de todo lo que la sociedad espera de nosotros para considerarnos “dignos” de atención: belleza afín a los cánones de belleza imperantes, elegancia, elocuencia, determinados bienes y productos, elevado estatus social… El desafío también está puesto en desenmascarar esas demandas generadas nada más ni nada menos que por una cultura del consumo y crear un verdadero empoderamiento desde conceptos como “diversidad”, “alteridad” y  “empatía”, generadores concretos de transformaciones sociales a la vez que individuales.
Si por un momento nos abstraemos de la dolencia en sí, nos encontraremos con que no es raro que alguien experimente temor a ser “sí mismo” en una época que constantemente te presiona para “ser otro”. 
 
Luis Eduardo Martínez

2 comentarios:

  1. No siempre es negativo el uso de Internet, en muchos casos ayuda y te da el empujón que necesitas.Es una herramienta más.

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  2. Para mí no existe la fobia a las amistades,ya que ni tengo ni falta que me hace.De más joven tuve unas malas experiéncias y no voy a volver a repetirlas NI BORRACHO.

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