viernes, 26 de mayo de 2017

Síndrome confusional o delirium



Poco conocido, sin embargo este síndrome tiene una presencia mucho mayor de lo que se cree. Si bien afecta mayoritariamente a varones mayores, también existen casos que involucran a mujeres, jóvenes y niños. En muchos casos desaparece junto con la situación que lo causa, pero en otros persiste mucho más allá. E incluso se habla de riesgo de vida en determinados grupos etarios.

Definición y causas
También conocido como Síndrome Agudo Cerebral, Síndrome Cerebral Orgánico, Insuficiencia Cerebral Aguda, Estado Confusional Agudo, Desórdenes de Conciencia, entre otros, el Síndrome Confusional o Delirium (las formas más frecuentes de denominarlo) se define como un síndrome cerebral orgánico de etiología multifactorial, caracterizado por alteraciones de la conciencia, atención, percepción, pensamiento, memoria, conducta psicomotriz, emoción y ciclo sueño-vigilia cuya instalación se produce usualmente en un período breve (se desarrolla en el término de horas o unos pocos días) y tiende a ser fluctuante, esto es, tiene altibajos a lo largo del día.
Como puede apreciarse, son muchos los síntomas que se presentan, aunque no necesariamente deben aparecer en conjunto ni con la misma intensidad.
Entre las muchas causas que pueden dispararlo, más frecuentemente se cita:
– Hallarse en un ambiente o situación extraña o poco familiar. Una de las más comunes es cuando una persona es hospitalizada. Estar enfermo o con algún otro problema que requiera someterse a tal situación puede provocar que un sujeto manifieste algunos de los síntomas. En ese sentido, se afirma, por ejemplo, que aproximadamente el 30% de las personas internadas en una unidad de cuidados intensivos sanitaria suele experimentar el Síndrome.
– Una enfermedad súbita, sobre todo cuando se trata de una de cierta gravedad. Ello afecta con mayor frecuencia a niños pequeños y personas mayores. Se señala que hasta una simple gripe puede provocar signos de confusión en algunas personas y es bastante corriente que aquellos afectados por meningitis, encefalitis y sepsis (una respuesta inmunológica excesiva ante una infección), entre otras, padezcan el cuadro.
– El consumo de drogas y de alcohol.
– La hipoglucemia.
– Desbalances de fluidos y de sales en el cuerpo, como, por ej., bajo nivel de sodio.
– Deficiencias de minerales y/o de vitaminas.
– Infecciones crónicas y serias (el caso típico es el HIV).
– Desajustes hormonales tales como el hipotiroidismo.
– Daño cerebral producido por enfermedades o traumatismos.
– Los efectos secundarios de ciertos medicamentos.

Prevalencia, diagnóstico y síntomas
Los especialistas en la materia creen que se trata de una condición que está infraestimada.
Ello se debe, por un lado, al desconocimiento del Síndrome por los profesionales de la salud. Por otro, a que muchos de sus síntomas pueden confundirse con los de otros estados patológicos, usualmente con la demencia, depresión, desórdenes bipolares e incluso con algunos tipos de psicosis tales como la esquizofrenia.
Las estimaciones provisorias afirman que el Delirium afecta en algún momento al 0,4% de las personas por sobre los 18 años, al 1,1% de aquellos con 55 y más y al 13,6% de quienes superan los 80, no existiendo estadísticas que reflejen su incidencia en niños, lo que obedece más a la falta de estudios al respecto que a que el Síndrome no los afecte, pues se han descripto casos con cierta frecuencia. Los números suben dramáticamente en situaciones de internación hospitalaria, sobre todo respecto de las personas mayores.
El diagnóstico se hace preponderantemente por medio de la revisión clínica, constatando los estados previos del paciente y comparándolos con los cambios que se han producido.
Existen algunos tests, tales como el ConfusionAssessment Method (CAM), que consiste en un cuestionario por medio del cual quienes se hallan a cargo del cuidado sanitario del paciente pueden evaluar la existencia de signos de Síndrome Confusional, que luego deberá ser refrendado por el diagnóstico clínico.
Entre los síntomas principales, se encuentran:
– Problemas para saber quién es y/o dónde está.
– Suelen no saber qué día es, el año o la hora.
– Tienen dificultades para concentrarse y prestar atención.
– Baja comprensión de lo que ven u oyen.
– Problemas de coordinación y/o movimiento.
– Pueden presentar estados de extrema quietud o de exaltación.
– Suelen manifestar inconvenientes en la memoria de corto plazo.
– Anormalidades en el ciclo de sueño-vigilia.
– Presencia de anomalías en la percepción, que incluye la posibilidad de alucinaciones.
– Labilidad emocional.
– Caminar inestable y temblores.
Es corriente que los sujetos afectados pasen de presentar signos contundentes a períodos de aparente normalidad, lo que puede suceder varias veces en el transcurso de un solo día.
También es frecuente que, pese a que se diferencia de otras afecciones, curse con otros estados patológicos, sobre todo con demencia.
Resulta usual que se hagan ciertos estudios para descartar otras condiciones mórbidas, tales como radiografía de tórax, electrocardiograma, hemograma, bioquímica general, urinoanálisis y gasometría arterial o determinación de la saturación de oxígeno y que deba recurrirse a otros más complejos para descartar la presencia de otros síndromes.

Factores de riesgo
Tener más de 65 años y ser del sexo masculino (afecta mucho menos a las mujeres) incrementa las posibilidades de padecer el Síndrome, pero también existen otros muchos factores a los que prestarles atención, entre ellos:
– La preexistencia de algún déficit cognitivo.
– La presencia de alguna enfermedad severa.
– Tener problemas de visión o audición.
– El aislamiento social.
– La pobre movilidad.
– Someterse a cirugía (sobre todo las relacionadas con las fracturas y las de cierta complejidad).
– Las situaciones de estrés.
– Las anormalidades de urea/creatinina.
– Las internaciones prolongadas.

Tratamiento y pronóstico
En rigor, no existe un tratamiento específico para el Síndrome, sino que aquello que debe resolverse es el cuadro que causa tal estado, de ser ello posible.
Así, si el origen del problema es la internación, se aconseja que ella sea lo más breve posible y que, en caso de que la dolencia pueda resolverse sin el confinamiento en una institución sanitaria, se realice el tratamiento en forma ambulatoria o en el propio domicilio del paciente.
Otro tanto debe hacerse para compensar los casos de hipoglucemia, los de abusos de drogas (legales o ilegales) y alcohol o con cualquier otro cuadro que se reconozca como causante.
Sea el disparador una condición patológica, de adicción, social o que tenga cualquier otra causa, lo usual es que, desaparecida la fuente, hagan lo propio los efectos en un plazo relativamente breve, aunque ello no siempre resulta así.
Un ítem que hay que tener en cuenta es el de los medicamentos.
Si bien algunos pacientes es posible que requieran de fármacos para estabilizar su humor y su conducta, se sabe que algunos de ellos no solamente son causales del Delirium, sino que es necesario sumo cuidado y monitoreo para que su suministro no empeore el cuadro o produzca nuevos síntomas.
En ese sentido, se aconseja que ciertos medicamentos de la familia de las fenotiazinas, tales como clorpromazina o levomepromazina, no se utilicen, ya que provocan hipotensión severa, hipotermia y efectos anticolinérgicos difíciles de tratar, agregando más problemas que soluciones, salvo que el estado del individuo haga indispensable su prescripción.
También las benzodiacepinas (diazepam o lorazepam), cierto tipo de analgésicos (los basados en componentes derivados de los opiáceos), algunos anticolinérgicos (atropina), los anticonvulsivos, los esteroides, cierta clase de antibióticos (la tobramicina y la clindamicina, por ejemplo) no solamente no ayudan a mejorar el estado de confusión de la persona, sino que tienden a prolongarlo e, incluso, algunos de ellos pueden empeorarlo.
Sobre todo para los adultos, algunos autores recomiendan la medicación con haloperidol, dado que sus efectos secundarios tienen una menor carga de efectos secundarios respecto del Síndrome, aunque, de todas maneras, se aconseja su atenta supervisión, dado que, como se sabe, prácticamente todos los medicamentos producen consecuencias indeseadas. En el caso de esta droga, puede producir hipotonía, algunos problemas menores cardiovasculares y efectos anticolinérgicos atenuados (boca seca, visión borrosa, estreñimiento, retención urinaria) y, en el inicio, es posible que exacerbe los síntomas, para luego estabilizar la conducta.
También es necesario tener suma precaución en la administración de fármacos cuando el paciente está medicado con otras drogas, porque puede producirse una interacción que potencie los síntomas.
Decíamos que lo más corriente es que, una vez resuelta la condición que llevó a desarrollar el cuadro, el sujeto mejore y que los síntomas del Síndrome desaparezcan. Pero ello no siempre resulta así.
Por ejemplo, en las enfermedades graves, en las crónicas y en las terminales, al no poder resolverse la situación de base, los signos tienden a perpetuarse y hasta a agravarse.
Por otro lado, sobre todo en pacientes mayores sometidos a internación, se ha constatado en un estudio realizado en 2001 que en muchos casos, tras el regreso a sus hogares, el 46% de los externados continuaba presentando síntomas al mes y que el 13% continuaba en una condición similar a los tres meses de haber abandonado la institución, pese a haber recibido el alta de las situaciones que los habían llevado a ello.
Otro estudio, realizado en Canadá, halló en la población mayor estudiada, que al menos una tercera parte de quienes habían estado internados y recibieran el diagnóstico de Síndrome Confusional continuaban en tal estado.
También se señala que aquellos afectados son mucho más propensos a padecer accidentes, fracturas y otro tipo de incidentes que comprometen su salud.
La mortalidad en las personas mayores es más elevada (el doble) en el caso de los adultos mayores que presentan el cuadro respecto de aquellos otros que no en situaciones similares.
Al respecto, en un trabajo denominado “Delirium en la interconsulta psiquiátrica de un hospital general”, publicado en la Revista Actas Españolas de Psiquiatría, se da cuenta de que el 24% de los pacientes ingresados diagnosticados con el Síndrome falleció, sin que su patología de base pudiera resultar la causa directa de ello.
Las expectativas para los pacientes de menor edad suelen ser mucho mejores, aunque una mínima parte de ellos puede persistir en el cuadro, pese a que no exista una condición asociada a la que pueda atribuirse.

¿Qué se puede hacer por ellos desde su entorno?
Lo primero a tener en cuenta es que se trata de una persona vulnerable, por lo que debe tratársela con todo cuidado y paciencia.
Ante la desorientación, debe brindárseles ayuda para que puedan orientarse respecto del día, la hora, los nombres y quiénes son las personas que se hallan presentes y toda otra ayuda que requieran.
Mantener a su alcance objetos que les resulten familiares, así como, en caso de necesitarlas, las ayudas usuales (bastones, anteojos, etc.).
Proveer un ambiente tranquilo, que no implique una baja estimulación, pero tampoco una extrema.
Establecer las condiciones de luz y de temperatura en el cuarto donde se halle el individuo en condiciones que le resulten confortables.
Hacerlos sentirse útiles, encargándoles tareas que puedan realizar, y propiciar su actividad física.
Atender a que tengan una alimentación adecuada.

Conclusiones
El Síndrome Confusional afecta principalmente a los varones mayores de 65 años sometidos a algunas de las causas señaladas, pero también al género femenino y a los menores de dicha edad.
Los trabajos reseñados señalan que es necesario prestar más atención a esta condición patológica y también que resulta imprescindible realizar un mayor número de investigaciones que tengan en cuenta a los sectores minoritarios, porque existen evidencias de que las mujeres, los jóvenes y hasta los niños pueden estar afectados en una proporción mayor, pero que existen muy pocos estudios que den cuenta de ello.
Sea que esté asociado a una patología crónica o terminal o a situaciones menos dramáticas, parece acertado dedicar mayores esfuerzos a mejorar la condición de estas personas, dado que, sea que los afecte en forma breve o más extendida en el tiempo, afecta su calidad de vida.

Algunas fuentes:

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